Por
Eleonora Cresto
em
Revista Latinoamericana de Filosofía, Vol. XXIII, N 1, 1997
Según una definición más o menos aceptada, el confiabilismo sostiene que una creencia constituye conocimiento cuando es verdadera y ha sido adquirida (causalmente) a través de un proceso confiable de formación de creencias, esto es, a través de un procedimiento que genere la mayoría de las veces creencias verdaderas. La existencia de dicho procedimiento es todo lo que se necesita para que una creencia verdadera sea conocimiento, o para que, en términos tradicionales, esté justificada. N es necesario que el sujeto que tiene la creencia comprenda que existe t proceso confiable; la confiabilidad así entendida, y el conocimiento que resulta de ella, son procesos objetivos, naturales. Podría ocurrir que un individuo conozca sin que advierta aquello que otorga a su creencia e rasgo distintivo de conocimiento, es decir, sin que advierta qué es lo que justifica su creencia, e inclusive sin que sea capaz de decir si su creencia en cuestión está justificada o no, o si es en efecto verdadera o no lo es, esta característica peculiar del confiabilismo se le suele dar el nombre de “extemalismo”. El externalismo se opone a “internalismo”, o la posición según la cual el conocimiento exige una justificación accesible a la con ciencia del sujeto cognoscente; como consecuencia de ello, para el internalista S sabe que p sólo si S sabe que sabe que p. Según algunos, la característica externalista del confiabilismo rompe bruscamente con siglos de una cierta tradición gnoseológica; para sus detractores el externalismo sencillamente “cambia de tema” respecto de las preocupaciones básicas, y todavía legítimas, que deben ocupar a una teoría del conocimiento.2 En lo que sigue dejaré indeterminado si el mentado proceso confiable puede utilizarse como una descripción adecuada de la condición de justificación, o si deberíamos mejor decir que la concepción del conocimiento así caracterizada no cuenta con ninguna condición de este tipo, sino con un requisito alternativo (con lo cual las opciones confiabilistas serían “no justificacionistas”. A veces, sin embargo, me seguiré expresando como si el confiabilismo (como teoría del conocimiento) entrañara un tipo especial de requisito de justificación, pero ello se deberá exclusivamente a razones de comodidad expositiva.
Existen diversas disputas concernientes a cuán confiable debe ser un proceso para poder otorgar a una creencia verdadera el status de conocimiento. Es interesante que algunas versiones hayan planteado explícitamente que un proceso confiable no necesariamente generará verdades siempre. Si bien no todos los autores están de acuerdo con esta idea, ella recoge la importante (y extendida) intuición contemporánea de que una reconstrucción correcta del concepto de conocimiento debe dar cuenta de nuestra falibilidad. Es decir, la nota distintiva que permitiría que una creencia, si verdadera, sea conocimiento, no garantiza totalmente que tal creencia sea de hecho verdadera, aunque da buenas razones para suponer que lo es. En síntesis, la confiabilidad constituye un requisito particularmente débil: el conocimiento no necesita ir acompañado de la conciencia de que esa confiabilidad existe, y, a la inversa, aún cuando el sujeto sea consciente de dicha confiabilidad, ello no es síntoma infalible de que en efecto el sujeto conoce. Tradicionalmente los retos escépticos proclaman que ciertas condiciones (necesarias para conocer) son demasiado exigentes y no pueden ser satisfechas. Por consiguiente, la debilidad de las condiciones que propone el confiabiismo parece convertirlo en una corriente resistente frente a los planteos escépticos. Volveré más adelante sobre esto.
Antes de continuar quisiera aclarar algunas cuestiones que no han sido especialmente destacadas por la bibliografía acerca del confiabilismo. En primer lugar, es necesario disipar la posible sensación de que el confiabilismo encierra algún tipo de circularidad. Ello ocurriría, en efecto, si la confiabilidad de un proceso de adquisición de creencias fuera el único criterio de verdad disponible. Pero la confiabilidad no es básicamente criterio de verdad, sino criterio de conocimiento, dada la verdad de una creencia. Es bueno notar, entonces, que si podemos identificar algún proceso confiable en la naturaleza (lo cual no es de ningún modo evidente que pueda hacerse) es porque previamente hemos podido reconocer algunas creencias verdaderas, y tal reconocimiento debe ser independiente del proceso que las generé. Esto es, para poder identificar procesos confiables debemos contar con algún criterio de verdad que no consista en la existencia de los propios procesos confiables.5 Por otra parte, también pareciera que es necesario entender el concepto de verdad de un modo no epistémico. Así, el valor de verdad de un enunciado o creencia debería ser independiente de cuestiones cognoscitivas; el confiabilismo parece comprometido con la posición que suele llamarse “realismo semántico”.
En segundo lugar, para identificar un proceso P como confiable deberíamos poder asegurar que, si P ha generado hasta hoy nueve de cada diez veces creencias verdaderas, seguirá arrojando esa proporción de verdades en el futuro. Por tanto, no solamente es necesario poder evaluar la verdad de una creencia con independencia del proceso que la generó; también es de vital importancia poder recurrir a mecanismos inductivos. Se hace necesario, pues, brindar alguna justificación de la inducción, o al menos explicar por qué su uso no requeriría justificaciones de ningún tipo, y por qué, en consecuencia, el escéptico respecto de la inducción está equivocado. Conviene advertir de todas maneras que el confiabilista no utiliza la inducción para afirmar: “puesto que en su mayoría las creencias generadas a través de un proceso P fueron verdaderas, la próxima creencia también lo será”, sino, en cambio, para sostener que “puesto que en su mayoría las creencias generadas a través del proceso P fueron verdaderas, la próxima estará también justificada” (o “la próxima creencia, si fuera verdadera, sería además conocimiento”).
Como ya dijimos, es tentador sostener que el confiabilismo está a salvo de los problemas escépticos tradicionales. Pero será mejor analizar la cuestión con un poco más de detenimiento. Examinemos las siguientes dos afirmaciones escépticas:
(A) No conocemos.
(B) No es posible conocer.
Ambas son formulaciones habituales de lo que se entiende usualmente (en la filosofía contemporánea) por “escepticismo”. En el primer caso se asegura que no tenemos (que nadie tiene) de hecho conocimiento [empírico];6 en el segundo se afirma que no es posible, para ningún sujeto, tener conocimiento. ¿Cómo puede fundamentarse la adhesión del escéptico a estos enunciados? He aquí una posible reconstrucción de los respectivos argumentos:
1)Conocimiento es creencia verdadera justificada adecuadamente.
2)Una justificación adecuada (de un sujeto, para sostener una creencia) consiste en un conjunto de razones que el sujeto posee conscientemente y que garantizan la verdad de la creencia, de modo tal que si x,y,z son razones que constituyen una justificación de S para creer φ, no es posible que S posea x,y,z y que φ sea falsa; S por otra parte debe advertir que x,y,z garantizan la verdad de φ (tesis internalista).
3)De hecho nadie cuenta con justificaciones que garanticen la verdad de una creencia empíricas es decir que ninguna de las razones que consideramos habitualmente como justificaciones de una creencia empírica constituyen una justificación adecuada.
Pero por 1), el requisito de justificación adecuada es condición necesaria del conocimiento. Por tanto,
(A) No conocemos.
El enunciado (B), como es obvio, es más fuerte que (A) ((B) implica (A), pero no sucede lo inverso). Consideremos, para este caso,
1) y 2) (igual que en el argumento anterior).
3’) No es posible disponer de justificaciones adecuadas.
De donde
(B) No es posible conocer.
¿Cómo fundamentar, por su parte, la aceptación de 3’)?
4)Para toda creencia empírica φ de un sujeto cualquiera S, φ es verdadera o falsa, y su valor de verdad no depende del sujeto (tesis del realismo semántico).
De 4) se sigue:
5)Para toda creencia empírica φ de S, es lógicamente posible que φ sea falsa.
La premisa 5) sostiene la tesis de la posibilidad de error masivo en nuestras creencias. Si la verdad de una creencia o proposición es del todo independiente de consideraciones subjetivas1 siempre puede suceder, por principio, que aquello que hoy suponemos verdadero sea de hecho falso. Resulta, entonces, que podríamos estar completamente equivocados acerca del mundo, podríamos haber fallado sistemáticamente a la hora de identificar los hechos que se corresponden con nuestras estructuras semánticas. Todo podría ser un sueño; podríamos ser “cerebros en una cubeta”.
Pero si aceptamos la tesis de la posibilidad de error masivo es obvio que nunca podremos garantizar la verdad de una creencia empírica. Entonces, de 5) y 2), llegamos a 3’), que con 1), nos llevan a (B).
Por supuesto, de 4) también se deriva un enunciado más débil que 5):
5’) Para alguna creencia empírica cualquiera φ de S, es posible que φ sea falsa.
Es bueno notar que la conjunción de 1) y 2) con la premisa debilitada 5’) aún permite llegar a (B). Puesto que φ es aquí (en el enunciado de la premisa 5’) una creencia cualquiera, ello abarca también al subconjunto de las creencias de S para las cuales S cree tener justificación. Por tanto, es posible que haya algunas creencias para las que S crea estar justificado pero en realidad no lo esté. Pero entonces, si agregamos además
6) S no puede discernir cuáles de las justificaciones con las que cree contar son adecuadas y cuáles no concluimos que S no puede advenir cuándo algún conjunto de razones garantiza la verdad de una creencia, y por tanto viola la cláusula internalista de la condición de justificación. Entonces, 5’) y 6) llevan a 3’). Y, como vimos, de 3’), 1) y 2) puede inferirse (B).
Ahora bien, el confiabilismo rechaza 1) y 2), de modo que como veremos no permite alcanzar las conclusiones (A) o (B). En el marco del confiabilismo deberíamos considerar en cambio las siguientes premisas:
1’) Conocimiento es creencia verdadera adquirida a través de un proceso confiable.
2’) Un proceso confiable de formación de creencias es, aquel que genera una alta proporción de creencias verdaderas; para que un proceso sea confiable no se necesita que el sujeto cognoscente advierta tal confiabilidad (tesis externalista).
Dada la elección de 1’) y 2’) en lugar de 1) y 2), es irrelevante la admisión de nuestra imposibilidad de disponer de justificaciones adecua da Sería problemáticas por el contrario, la admisión de una premisa que afirmara la inexistencia de procesos confiables, o peor aún, la imposibilidad de su existencia. Pero es difícil ver sobre qué bases podrían sostenerse tales afirmaciones. Asegurar la inexistencia de procesos con fiables y por ende la conclusión (A), implica haber constatado que ninguna de las relaciones potencialmente cognoscitivas que hemos establecido con el mundo es una relación causal suficientemente confiable, lo cual es prácticamente imposible de probar, desde luego. Por otra parte, los autores confiabilistas argumentan que es posible para los seres huma no adquirir creencias de un modo adecuado (a través de procesos confiables de formación de creencias) y en consecuencia creen contar con elementos que justifican el rechazo de (B). Al respecto se confía en que existe un conglomerado de disciplinas científicas, entre ellas la psicología cognitiva, que pueden hacerse cargo de explicar cómo es que los se re humanos podemos conocer. (Notemos que esta última posibilidad de explicación científica no probaría que realmente conocemos; sólo indicaría los mecanismos biológicos por medio de los cuales tal conocimiento es posible, en caso de que realmente lo tengamos).